jueves, 5 de julio de 2012

Guns and roses.



Ning Hao pasó de ser el niño prodigio de la factoría de nuevos directores chinos en su rama más comercial, con éxitos de crítica y público en films como “Crazy Stone” y "Crazy Racer”, que con sus historias corales hiperaceleradas le valieron el calificativo de el "Guy Ritchie de China”, a encontrarse con que su siguiente film en el 2010, “No man´s land”, se quedara en el cajón del productor por no pasar el control de la censura.
Aquel era una especie de neowestern sobre la especulación inmobiliaria que probablemente mordiera demasiado para el gusto del temido comité. Mucho tendría que cambiar la cosa para que alguna vez saliera ese film a la luz, ya que el mismo director lo da por un tema zanjado, y ha pasado a algo mucho más sencillo en su nueva película, estrenado este pasado mes de Abril.
Y es que en “Guns and Roses”, una divertida y muy entretenida cinta de ladrones y revolucionarios en plena segunda guerra chinojaponesa, tiene un enemigo mucho más aceptable como el (muy sádico) ejercito japonés.

El director no se aleja mucho de su estilo, cruzando multitud de historias y personajes en una historia con altas dosis de acción, intrigas y humor negro. Las comparaciones del productor del film diciendo que la película tenía una atmósfera cercana al “Inglorious Basterds” de Tarantino no eran en absoluto en vano, y mantiene esa sensación de que, a pesar de estar situada en un contexto histórico, no tiene porque respetarlo, y que en cualquier momento va a aparecer el Emperador Hiroito para ser decapitado allí mismo.



La historia comienza cuando un ladrón de poca monta es arrestado por un robo y comparte celda con un preso revolucionario. Allí le toma sus pertenencias, llevando consigo una importante nota, que los compañeros del revolucionario necesitan obtener. El ladrón sin embargo, destruye la nota después de memorizarla, ya que se trata de la ruta que toma un cargamento de oro del ejercito japonés, que los revolucionarios planean robar. A estos no les queda más remedio que aceptar al ladrón de poca monta y añadirle al equipo.

Lei Jiayin sustituye esta vez como protagonista al habitual Huang Bo (que aparece en un papel secundario), y le da un aire desenfadado y bastante caradura a su personaje, ese ladrón al que no le queda otra que estar obsesionado con el dinero, que acumula mentira tras mentira, y traición tras traición, un tipo capaz de timarles a un par de críos hambrientos.
Con razón sus compañeros de robo, un grupo de revolucionarios que se hace pasar por una troupe del mundo del cine, no le cree en absoluto y espera la puñalada por la espalda.
Añadimos personajes que aparecen de manera recurrente como ese cura al que no paran de robarle, a la inocente jovencita rica, o a ese grupo de andrajosos traficantes de armas, además del muy sádico oficial del ejercito nipón, y ya tenemos el caldo de cultivo adecuado para una cinta coral sobre un gran robo, de ritmo rápido, con abundante y explosiva acción.



El problema para que el film no este a la altura de las dos magníficas predecesoras en la filmografía del director, es que realmente no logra enganchar de la misma manera, ni hilvanar las tramas con tanta eficacia. Por un lado quizás sean demasiado previsibles algunos acontecimientos y en definitiva se vea venir el tono un tanto moralizante; por otra parte, aunque el ritmo del film es alto y no paran de suceder cosas, el film se hace a ratos un tanto pesado.

A nivel técnico el film es espléndido, una gran producción tanto en la excelente puesta en escena, como la magnífica fotografía de Zhao Fei (La linterena roja, Let the bullets fly), sólo le podemos poner pegas a los CGI.
Un elemento que se utiliza para añadirle patriotismo al film es curiosamente la música: mientras en algunas escenas de acción del film se utiliza música clásica occidental de Vivaldi y la mismísima “Danza del sable” de Khachaturian, de manera no demasiado afortunada, se reserva para el gran final la música tradicional china, como en un estallido de nacionalismo.



Seguramente al querido comité esto no le pareció en absoluto censurable, pero, por lo menos a este espectador que escribe, no le gustó especialmente el tono de la parte final, exagerado, y extremadamente cruel, quizás una forma de redención a su manera para Ning Hao, pero una penitencia innecesaria para el espectador.

Lo mejor: El ritmo explosivo, y el tono coral que le da Ning Hao a sus últimos films.
Lo peor: Que no esté a la altura de las anteriores películas del director, y la parte final.

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